Investigadores de la Universidad ITMO, el Instituto Ioffe y el Centro de Física No Lineal de la Universidad Nacional de Australia han descubierto una nueva forma de mejorar la eficiencia de los resonadores ópticos.

Una de las tareas más importantes de la óptica moderna es localizar la luz dentro de un sistema fotónico. Para este propósito, usualmente se usan resonadores basados ​​en metales y dieléctricos. Una característica clave de estos dispositivos es cuánto tiempo pasa la onda de luz dentro del sistema antes de emitirse. Científicamente, este tiempo se puede conocer como tiempo-de-vida del modo óptico. Dado que los metales tienen electrones libres, los resonadores metálicos poseen fuertes pérdidas que limitan las aplicaciones de dispositivos fotónicos.

Esto se puede cambiar creando una estructura donde la luz entrante produzca dos ondas de la misma frecuencia pero diferentes fases. En tal caso, la interferencia destructiva ocurre suprimiendo las ondas de luz que salen y, por lo tanto, impiden que la luz escape del sistema. En los resonadores convencionales, la luz atrapada tiende a humedecerse gradualmente debido a la radiación o la absorción del material. Sin embargo, una vez que ocurre la interferencia, el escape de radiación se vuelve imposible, de modo que podemos atrapar la luz por un largo tiempo.

 

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