Investigadores del Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona han desarrollado la primera técnica que permite dotar de color estructural, no por pigmentos, a un derivado de la celulosa. El método se basa en la nanoestructuración del material y se podría aplicar desde el embalaje de productos hasta detectores, sensores o etiquetas biodegradables para la industria alimentaria.
La coloración estructural, que está presente también en la naturaleza, se produce en superficies que cuentan con una nanoestructuración con dimensiones similares a las de la longitud de onda de la luz incidente (por debajo de la micra), denominadas como cristales fotónicos.
Existe un gran interés en dotar a la celulosa, el polímero más abundante de la tierra, biocompatible y biodegradable, de estas estructuras, ya que le pueden conferir nuevas funcionalidades ópticas y electrónicas. Un estudio llevado a cabo en el Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona, consigue crear estos cristales fotónicos y estructuras plasmónicas de un derivado de la celulosa mediante su nanoestructuración con la técnica de litografía suave.
Al nanoestructurar de forma periódica la lámina de celulosa, ésta deja de ser transparente y comienza a reflejar colores intensamente dependiendo del patrón con la que se la ha moldeado.
Con esta nueva técnica, totalmente escalable, de bajo coste, y alternativa a la tradicional del autoensamblaje, se consigue dotar este polímero de una nanoestructura creando grandes áreas coloreadas, de gran calidad y reproducibilidad en un tiempo muy corto, y con un rango muy amplio de colores, sólo dependiendo de las morfología y tamaño de las estructuras creadas.
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